¡Ganador del Concurso de Escritura de Abril!
Apr 24, 2020 20:30:31 GMT | To Top
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Post by Arya on Apr 24, 2020 20:30:31 GMT
¡Muy buenas a todos! Después de una dura deliberación, ya hay ganador del Concurso de Escritura. Diría su nickname pero... No fue adjuntado con la historia. Así pues, os dejo con la historia ganadora.
RELATO GANADOR DEL CONCURSO DE ESCRITURA
«No salgas de casa» es la frase que más se ha estado repitiendo durante estas semanas. A medida que pasaban los días, se comenzaba a notar por qué esa sentencia era tan relevante: las personas que ignoraban la orden nunca regresaban a sus casas. Desde ignorantes que creían que todo esto era una farsa hasta cabezas de familia que salían a comprar la comida de cada día. Todos ellos desaparecían sin rastro.
Entonces, ¿qué se podía hacer? No se podía salir a buscar a los desaparecidos, pues lo más probable era que ellos terminaran desapareciendo también; y por esto tampoco podrían, en caso de buscar la comida, sustituirlos alguien más. Solo era posible callar y acatar, mientras morimos de hambre.
Claro que alguien podía ordenar comida por internet, si son de esos ricos que tienen esa posibilidad. Pero a nosotros, los pobres, los no privilegiados, los que se vestían de niños con ropa vieja de sus hermanos mayores y ahora sobreviven con esos asquerosos «bonos» del gobierno, nos queda, simplemente, sobrevivir de alguna forma.
Aún se me imposibilita dormir por las noches. Sigo escuchando gruñidos, y al asomarme, todo se ve oscuro y desolado. De vez en cuando veo a personas que aterrados huyen de algo, o alguien. Pobres.
Noches atrás también repetí esa costumbre. Era una noche fría y de luna llena. Bajo la luz avisté a una chica que corría pedía auxilio a gritos, y en un momento la escuché gritar: «¡Son ellos! ¡Son ellos!». ¿Quiénes eran estos «ellos»? Lo descubrí muy pronto, al ver una multitud agitada, eran ellos los que perseguían a la muchacha. Por supuesto, no eran personas normales. Dejaban tras de sí lo que parecía ser una baba, aullaban cuales lobos, e incluso unos corrían en cuatro patas.
La chica corrió tanto como lo permitieron sus piernas; no obstante, debido a un tropiezo, se estrelló contra el suelo, y esas… cosas, terminaron por alcanzarla. Me negué a ver la hórrida escena, y cuando volví mi cabeza, ya no quedaba ni rastro de ella. Lo más posible es que fue devorada. ¿Era esto lo que ocurría con los que salían de sus casas? Me horrorizaba simplemente pensarlo. Fui a acostarme con el creciente terror de que llegaran a entrar a la casa.
Desperté luego de una agitada noche. No dejaba de pensar en esas criaturas que atacaron a la chica y mi propia impotencia. ¿Cómo se convirtieron personas normales en criaturas nocturnas? O una pregunta mejor: ¿Llegaron a ser personas normales? Y otra más: ¿Qué podía hacer yo, alguien que nunca ha logrado nada en su vida, sin ninguna destreza o una simple arma, contra esas cosas? Esas preguntas y muchas más pasaban por mi mente.
Me preocupé entonces de mi padre, que un día salió para ir al trabajo, para no regresar nunca más, y mi madre, que salió hace poco a visitar a mi abuela. Creyeron que todo esto era una broma, algo creado para mantenernos en nuestra casa mientras el gobierno hacía yo-qué-sé y… bueno, parece que tuvieron el mismo destino que la chica de anoche.
Pasaron los días y pronto se acabaron las escasas provisiones de la nevera. Sería un día difícil. Ya había visto cómo se movían esas cosas y la fuerza que tenían. Sin embargo, ¿qué más podía perder? Claro, la vida, pero aparentemente sin familiares vivos, rodeado de muerte y desolación, creo que no queda más que unírmeles. Esta es la visión negativa, claro; viéndolo de manera optimista, tal vez podría conseguir algo de comer.
Durante toda la tarde estuve nervioso, con el corazón que casi se me salía por la boca con cada pequeño ruido que emitía el ambiente. Aunque era una de las calles del barrio donde he vivido desde siempre, todo se percibía como un lugar desconocido.
Me dirigí cautelosamente hasta la bodega, que se hallaba diagonal de donde provine, con la esperanza ciega de poder encontrar al menos unas míseras papas.
Adentro, el aire se sentía pesado, todo estaba derrumbado, mohoso, y se notaba como hacía tiempo no venía nadie. Como no me hice demasiadas esperanzas, no me desilusionó el no haber encontrado nada, a pesar de esmerarme en buscar algo restante en esa abandonada bodega. Tuve que irme.
Saliendo de ahí, me empecé a sentir cansado, me di una bofetada para no adormilarme justo en la calle, y caminé rápido hacia mi casa.
No me fijé en el desnivel de la acera y me resbalé, creo que incluso exclamé una maldición, y con eso, al parecer, alerté de mi presencia a aquellas criaturas.
Se hace de noche mientras escribo estas líneas. Me oculté en el baño, y aunque todas las puertas y ventanas se encuentran cerradas, tengo la sensación de que esas cosas están por entrar. Guardo este texto para que quede algo de mí luego de esto. Aunque puede ser poco interesante, lo que importa de esto es la frase que no se debe desobedecer: «No salgas de casa».
Entonces, ¿qué se podía hacer? No se podía salir a buscar a los desaparecidos, pues lo más probable era que ellos terminaran desapareciendo también; y por esto tampoco podrían, en caso de buscar la comida, sustituirlos alguien más. Solo era posible callar y acatar, mientras morimos de hambre.
Claro que alguien podía ordenar comida por internet, si son de esos ricos que tienen esa posibilidad. Pero a nosotros, los pobres, los no privilegiados, los que se vestían de niños con ropa vieja de sus hermanos mayores y ahora sobreviven con esos asquerosos «bonos» del gobierno, nos queda, simplemente, sobrevivir de alguna forma.
Aún se me imposibilita dormir por las noches. Sigo escuchando gruñidos, y al asomarme, todo se ve oscuro y desolado. De vez en cuando veo a personas que aterrados huyen de algo, o alguien. Pobres.
Noches atrás también repetí esa costumbre. Era una noche fría y de luna llena. Bajo la luz avisté a una chica que corría pedía auxilio a gritos, y en un momento la escuché gritar: «¡Son ellos! ¡Son ellos!». ¿Quiénes eran estos «ellos»? Lo descubrí muy pronto, al ver una multitud agitada, eran ellos los que perseguían a la muchacha. Por supuesto, no eran personas normales. Dejaban tras de sí lo que parecía ser una baba, aullaban cuales lobos, e incluso unos corrían en cuatro patas.
La chica corrió tanto como lo permitieron sus piernas; no obstante, debido a un tropiezo, se estrelló contra el suelo, y esas… cosas, terminaron por alcanzarla. Me negué a ver la hórrida escena, y cuando volví mi cabeza, ya no quedaba ni rastro de ella. Lo más posible es que fue devorada. ¿Era esto lo que ocurría con los que salían de sus casas? Me horrorizaba simplemente pensarlo. Fui a acostarme con el creciente terror de que llegaran a entrar a la casa.
Desperté luego de una agitada noche. No dejaba de pensar en esas criaturas que atacaron a la chica y mi propia impotencia. ¿Cómo se convirtieron personas normales en criaturas nocturnas? O una pregunta mejor: ¿Llegaron a ser personas normales? Y otra más: ¿Qué podía hacer yo, alguien que nunca ha logrado nada en su vida, sin ninguna destreza o una simple arma, contra esas cosas? Esas preguntas y muchas más pasaban por mi mente.
Me preocupé entonces de mi padre, que un día salió para ir al trabajo, para no regresar nunca más, y mi madre, que salió hace poco a visitar a mi abuela. Creyeron que todo esto era una broma, algo creado para mantenernos en nuestra casa mientras el gobierno hacía yo-qué-sé y… bueno, parece que tuvieron el mismo destino que la chica de anoche.
Pasaron los días y pronto se acabaron las escasas provisiones de la nevera. Sería un día difícil. Ya había visto cómo se movían esas cosas y la fuerza que tenían. Sin embargo, ¿qué más podía perder? Claro, la vida, pero aparentemente sin familiares vivos, rodeado de muerte y desolación, creo que no queda más que unírmeles. Esta es la visión negativa, claro; viéndolo de manera optimista, tal vez podría conseguir algo de comer.
Durante toda la tarde estuve nervioso, con el corazón que casi se me salía por la boca con cada pequeño ruido que emitía el ambiente. Aunque era una de las calles del barrio donde he vivido desde siempre, todo se percibía como un lugar desconocido.
Me dirigí cautelosamente hasta la bodega, que se hallaba diagonal de donde provine, con la esperanza ciega de poder encontrar al menos unas míseras papas.
Adentro, el aire se sentía pesado, todo estaba derrumbado, mohoso, y se notaba como hacía tiempo no venía nadie. Como no me hice demasiadas esperanzas, no me desilusionó el no haber encontrado nada, a pesar de esmerarme en buscar algo restante en esa abandonada bodega. Tuve que irme.
Saliendo de ahí, me empecé a sentir cansado, me di una bofetada para no adormilarme justo en la calle, y caminé rápido hacia mi casa.
No me fijé en el desnivel de la acera y me resbalé, creo que incluso exclamé una maldición, y con eso, al parecer, alerté de mi presencia a aquellas criaturas.
Se hace de noche mientras escribo estas líneas. Me oculté en el baño, y aunque todas las puertas y ventanas se encuentran cerradas, tengo la sensación de que esas cosas están por entrar. Guardo este texto para que quede algo de mí luego de esto. Aunque puede ser poco interesante, lo que importa de esto es la frase que no se debe desobedecer: «No salgas de casa».